San Guillermo, después de matar a su hermana
Santa Felicia, sintió tan grandes remordimientos que peregrinó a Santiago de Compostela a pedir perdón. Como penitencia le impusieron pasar el resto de su vida socorriendo a los pobres y viviendo como ermitaño en la Ermita de Arnotegui.
Pero según cuenta la leyenda fue martirizado a los pies del monte donde se encuentra la ermita. En ese lugar se colocó la lápida que lo conmemora.